El
estado actual del ambiente: extinción de especies, rupturas de puentes
biológicos, calentamiento global por causas humanas, ciclos ecológicos de
ecosistemas y especies con comportamientos completamente irregulares… unido a
estado de crisis social: competencia desmedida, acumulación de capital vrs hambre, estado de guerra,
vigilancia, industrias de la muerte hacen inminente trascender el discurso de
la crisis y hablar más bien de colapso.
El
concepto de colapso se refiere a una serie de “encadenamientos de destrucciones locales o singulares, que alcanzan
dimensiones cada vez más extendidas, amplias y generales (…) significa la
última fase de la vida” (Saxe, 2006, p. 36). Y se caracteriza por la
velocidad de las caídas, derrumbes, desastres, extinciones…
De
acuerdo con Saxe, nunca antes en la historia una expansión como la europea del
siglo XIX generó las condiciones de colapso ecosocial. Esto se debe a la regla
básica del cristianismo capitalismo “crecer
indefinida y permanentemente, eliminando la oposición social o natural”
(2006, p. 26)
Esto
ocurre en un contexto económico y político ideológico marcado por la idea de
“progreso” entendido como crecimiento y acumulación de capital. Donde desde el
siglo XIX y hasta nuestros días, todas las industrias del juego capitalista
están cimentadas en energías sumamente contaminantes como el petróleo, el
carbón y la fisión nuclear. Y además, su producción requiere de los recursos
naturales que han convertido en sus materias primas; es decir, toman lo que la
naturaleza tiene por sí y la convierten en objetos para su propio lucro y
riqueza.
Explica
Eduardo Saxe aún en este estado de colapso, las burguesías globales no están
dispuestas a ceder su riqueza y poder hegemónico, por eso su estrategia para
mantener su estatus y controlar el mundo son: la guerra, la militarización y la
fascistización (2006, p. 34).
Sin
embargo, estamos en un mundo esquizofrénico, pues pese vivir en un estado de
guerra mundial final y permanente por el control de los recursos, este es a la
vez “invisibilizado” mediante discursos de “seguridad”, los cuales crean
enemigos a los que llaman terroristas; una categoría ambigua en la cual puede
entrar cualquiera que desafíe su poder.
Refiriéndose
a la guerra contra el terrorismo Saxe indica que la misma en su condición de
guerra civilsocial mundial implica “la
instauración de la violencia y la guerra como primera institución nacional e
internacional para enfrentar y resolver problemas y conflictos” (2006, p.
30). Es decir, el Estado de Guerra es la condición de mundo donde se está
desarrollando la vida, el mismo pone como institución subnacional la violencia.
Las
guerras por los recursos que son cada vez son más escasos, son guerras de
agresión y de rapiña (2006, p. 3), donde los afectados son los más excluidos,
desposeídos, empobrecidos: los inocentes. Son a quienes se despoja de sus
tierras, son quienes se les obliga a vivir en entornos ambientales
contaminados, ceder su fuerza de trabajo a sus verdugos…
Mientras
tanto, los ricos intentan sobrevivir en palabras de Saxe “entre ruinas que crecen y en una orgía de sangre inocente” (2006,
p. 33). El objetivo es rescatar al villano mercado capitalista que ha
sobrepasado los límites del equilibrio ecológico, los límites del ecosistema
mundial y la biosfera por el ansia de acumulación y posesión perpetua. Sin
importar que con ello se destruya la misma naturaleza y los grupos humanos
(porque entran en la categoría de no humanos), pues la sacrosanta tecnología
les llevará a los elegidos al paraíso terrenal fotosintetizado.
Indica
Saxe que Estados Unidos pretende mantenerse en el poder mediante dos
herramientas: poder militar (dominio tecnológico) y petróleo (control de
recurso natural vital del que “dependen” el funcionamiento industrial de las
sociedades “modernas”). En medio de esta guerra los Estados y sus instituciones
se debilitan, caen y son tomados por las megacorporaciones (jerarquías
autoritarias extra estatatales).
Este Estado de Guerra es provocado y a la
vez agudiza las condiciones de colapso social y ambiental (colapsos ecosociales
según Saxe).
Saxe
menciona tres tipos de violencia que hacen posible el establecimiento de “democracias vacías” patrocinadas por
costosísimas campañas publicitarias. Estas violencias son (2006, p. 33):
-
Económica: megaparo estructural
y eliminación de garantías laborales.
-
Social: criminalidad y
destrucción de redes de solidaridad y seguridad social.
-
Política: guerra civil,
terrorismo oficial y opositor.
Desde
mi punto de vista agregaría la violencia
mediática, la cual considero transversal a estos tres tipos mencionados por
Saxe. Esto medios de comunicación no son un simple instrumento; son en sí
corporaciones empresariales que forman parte de las jerarquías autoritarias, no
es extraño que les llamen el cuarto poder.
Así,
existe toda una estructura social armada según los intereses hegemónicos para
justificar, legitimar y echar a andar el estado de guerra y vigilancia. Entre
ellos: los medios de comunicación, los cuerpos intelectuales descaradamente
vinculados a estructuras de “legitimación social” como lo son las universidades
o centros de investigación, las
iglesias…
Actualmente,
Estados Unidos y Rusia invierten altas sumas de capital por en la tecnología de la muerte, tienen armas
con la capacidad de destruir 300 veces a cada ser humano vivo. Todo ello por su
ansia de poder y control.
La
magnitud de la perversidad y sus resultados de aniquilación total de la vida
rebasan las posibilidades de análisis que Saxe compara con la imagen de una
Hiroshima Universal, donde las posibilidades de reflexión y responsabilidad se
disminuyen en tanto se amplía la simplicidad con la que se puede aniquilar a
miles (Estímulo Supraliminal). “Eliminar a cien mil personas apretando un
botón es algo incomparablemente más fácil que destazar a un individuo”
(Saxe, 2006, p. 43).
En
Estados Unidos, mucho del gasto militar se destina a cuidar la centralidad
energética del petróleo, ejemplo de ello es la violencia contra Afganistán e
Irak.
Mientras
se invierten grandes sumas de dinero en la industria de la muerte la
cotidianidad de las mayorías se desgarra, como cifras esclarecedoras, se tiene
que a principios del siglo XXI: 600 millones de personas controlan un 75% de la
riqueza mundial, mientras que 5400 millones deben jugársela con el restante
25%. Es decir un grupo de personas nueve veces más numeroso que el primero
tiene tan solo una tercera parte que lo que tiene el grupo acaparador.
Esto
se traduce en carencias a nivel alimentario (desnutrición), vivienda, salud,
educación (analfabetismo), recreación… Se estima que al menos un tercio de la
población mundial vive en condiciones de pobreza absoluta. Y en estas
estadísticas no funcionan los esquemas de centro y periferia, si bien existen
países con un mayor poderío económico que otros, podemos encontrar poblaciones
sumamente empobrecidas en países como Estados Unidos y élites sumamente
enriquecidas en países de África o Latinoamérica.
Así,
los peligros ontológicos termonucleares, militares, sociales y ecológicos se
refieren a “procesos destructivos
terminales, en los ámbitos psicosociales y naturales, y que durante las últimas
dos décadas del siglo XX alcanzan la dimensión de inminencia” (2006, p.
45), sin embargo, es a partir del 2001 que los peligros se convierten en
colapsos, en colapsos encadenados, sucesivos e intensos.
Existe
una gran contradicción al querer preservar el poder mediante armas que lo
destruyen todo a su paso, con una fe en un determinismo tecnológico que
preservará la vida de los poderosos, los elegidos del reino del progreso
infinito.
Para
entender el colapso eco-social Saxe explica colapso social y colapso ecológico.
El colapso social mundial tiene su raíz en
una política económica capitalista (de competencia, individualismo y
acumulación), donde la economía siendo un subsistema y al pretender crecer de
manera indefinida ha convulsionado el ecosistema mundo hasta hacerlo colapsar
al sobrepasar los límites ecológicos.
Sin
embargo, los ejecutores y artífices de estos modelos se creen dueños de un
exclusivismo mundial donde la ciencia, la tecnología y el conocimiento les
permitirán trascender a la sociedad en una creencia de ser inmunes a este
colapso. Esto lleva a una gran exclusión social que “alcanza límites intolerables y características degradantes y
desagradables, explosivas social, política y éticamente” (2006, p. 49).
De
acuerdo con Saxe (2006, p. 51), Petras y Veltmeyer (2002) las nuevas
oligarquías globalistas (metropolitanas) que toman el poder desde 1970 se
sustentan en dos pilares:
(1)
control de los medios de
comunicación
(2)
control y uso intenso y
extenso de medios de control/represión jurídica, policial y militar.
Además,
del control empresarial general en otras áreas más allá de los medios de
comunicación y control.
Algunas
cifras importantes en el marco del colapso social son:
-
Las naciones industrializadas
del mundo equivalen a un 26% de la población mundial y generan un 78% del
Producto Nacional Bruto Mundial, pero además: consumen el 81% de la energía
eléctrica, el 70% de los fertilizantes químicos y el 87% del armamento mundial.
-
Según el informe de 2005 del
PNUD, en 53 países que en su conjunto representan un 80% de la población
mundial creció la desigualdad.
-
Según el Banco Mundial, de un
total 6 mil millones de habitantes, casi la mitad (2800 millones) vive con
menos de $2 diarios y una quinta parte (1200 millones) con menos de $1.
Así,
vivimos un mundo completamente asimétrico y polarizado con gran predominio de
las Corporaciones Transnacionales
Metropolitanas (CTM) sobre los estados nacionales libres (estos prácticamente a
mi juicio no existen, salvo algunos países de América del Sur que están
intentado formas de gobierno más independientes, pero bajo el mismo esquema
capitalista de Estados Extractivistas).
Las
CTM controlan un 80% de la tierra se siembra para exportar. Estas CTM son a su
vez controladas por nuevas oligarquía mafiosas internacionales que también
controlan los países donde sus corporaciones se asientan.
Indica
Saxe “El capitalismo ya no puede
pretender ser bueno ‘para todo/as, abiertamente reconoce que hay ‘perdedores’,
aunque no sea capaz de comprender el
significado político, social, ético y ontológico de que esos morituri sean la
inmensa mayoría de la humanidad” (2006, p.
58)
Sin
embargo, considero que no es una condición de “capacidad de comprender”, pues
éstos líderes capitalistas, sus corporaciones y sus aliados saben claramente
que es lo que corre, por qué ocurre y a quién le ocurre. No hay ningún juego de
inocencia o desconocimiento, hay toda una racionalidad egoísta, malvada y
genocida. El que no lo digan abiertamente es parte de la omisión discursiva
pública y no una omisión del proyecto capitalista.
La
expansión del capitalismo y el neoliberalismo causan el colapso ecosocial,
genera la acumulación de riqueza en ciertos sectores y el empobrecimiento de
las grandes mayoría, pero también produce una serie de crisis deflacionarias
(sobreproducción –de la mano de la innovación tecnológica- sin capacidad
correspondiente de consumo o subconsumo –disminución de fuerza laboral y
salarios-). En medio de esto se genera un una crisis financiera especulativa a
la que le quedan muy bien los climas de guerras.
Por su
parte, de acuerdo con Saxe, el colapso
ecológico es presionado desde dos grandes frentes: (1) la explotación
desmedida de los ecosistemas y (2) la privatización/apropiación/arrebatamiento
de estos hábitats. Uno de los recursos más preciados por las corporaciones es
el petróleo, pues la sociedad mundo se construyó centrada en este hidrocarburo.
De ahí el grito de guerra por su control mundial.
“Iniciativas”
a nivel mundial y local deben vistas con suma desconfianza y malicia. Por
ejemplo, lo que ocurrió en 1972 con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Medio Ambiente “Los límites del crecimiento”. Este fue una espacio donde se
dio y se da una cooptación del “pensamiento”, un vaciamiento conceptual y
completamente contradictorio en su fondo como lo es la idea del “desarrollo
sostenible”. No puede existir un desarrollo sostenible dentro de un modelo de
desarrollo capitalista.
Los
interesados en la cooptación son instituciones como las instituciones
financieras internacionales. Así, se da lo que llama Saxe una penetración de los paradigmas economicistas
neoliberales en el movimiento ambientalista, ONG, academia, etc… para
llegar a validar un “desarrollo sostenible o sustentable”.
En el
Informe Anual del Worldwatch Institute sobre Medio Ambiente y Desarrollo del
2000 hay una planteamiento claro sobre colapso ecológico que contempla 7
tendencias destructoras de la naturaleza: (1) crecimiento de la población, (2)
subida de temperaturas, (3) descenso de la capa freática, (4) disminución de la
tierra cultivable per cápita, (5) colapso de las pesquerías, (6) disminución
del bosque, (7) pérdida de especies animales y vegetales.
Este
informe omite como tendencia destructiva primaria y transversal el modelo de
desarrollo capitalista unido al engolosinado orgullo humano al considerarse
“ser” superior, separado y dominador de la naturaleza cimentado en un
pensamiento dicotómico (hombre-naturaleza) y cristiano (dominar la naturaleza).
Indican Saxe, sintetizando a Leakey y Lewin, que los humanos “estamos equipados con la capacidad de
devastar la diversidad donde quiera que vayamos. Nuestra racionalidad y nuestro
conocimiento han servido para explotar colectivamente los recursos de la Tierra
en proporciones incomparables” (2006, p. 85)
Respecto
a la privatización de ecosistemas, la misma es patrocinada por entidades
financieras al servicio de las burguesías transnacionales. Entre ellas: Banco
Mundial (BM), Fondo Mundial para la Naturaleza, la Corporación Financiera
Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo.
Entre
sus proyectos concretos se pueden citar: Plan Puebla Panamá, Corredor Biológico
Mesoamericano, Corredor Coralino Mesoamericano y los programas de privatización
del agua.
Estos
proyectos pretenden la explotación financiera en todas sus fases desde
carreteras hasta la bioprospección y biopiratería.
Así,
la instrumentalización de la vida natural (incluido el ser humano como parte de
la naturaleza) con fines económicos y de poder individualistas ha llevado al
colapso de la vida en la Tierra.
Referencia:
Saxe,
E. (2005). “Un mundo que se hunde: Los colapsos sociales y ecológicos”. En
Colapso Mundial y Guerra. San José: Amo al Sur Editorial. Pp. 25-105.
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