viernes, 17 de agosto de 2012

Un mundo que se hunde: los colapsos sociales y ecológicos


El estado actual del ambiente: extinción de especies, rupturas de puentes biológicos, calentamiento global por causas humanas, ciclos ecológicos de ecosistemas y especies con comportamientos completamente irregulares… unido a estado de crisis social: competencia desmedida, acumulación de capital vrs hambre, estado de guerra, vigilancia, industrias de la muerte hacen inminente trascender el discurso de la crisis y hablar más bien de colapso.

El concepto de colapso se refiere a una serie de “encadenamientos de destrucciones locales o singulares, que alcanzan dimensiones cada vez más extendidas, amplias y generales (…) significa la última fase de la vida” (Saxe, 2006, p. 36). Y se caracteriza por la velocidad de las caídas, derrumbes, desastres, extinciones…

De acuerdo con Saxe, nunca antes en la historia una expansión como la europea del siglo XIX generó las condiciones de colapso ecosocial. Esto se debe a la regla básica del cristianismo capitalismo “crecer indefinida y permanentemente, eliminando la oposición social o natural” (2006, p. 26)

Esto ocurre en un contexto económico y político ideológico marcado por la idea de “progreso” entendido como crecimiento y acumulación de capital. Donde desde el siglo XIX y hasta nuestros días, todas las industrias del juego capitalista están cimentadas en energías sumamente contaminantes como el petróleo, el carbón y la fisión nuclear. Y además, su producción requiere de los recursos naturales que han convertido en sus materias primas; es decir, toman lo que la naturaleza tiene por sí y la convierten en objetos para su propio lucro y riqueza.

Explica Eduardo Saxe aún en este estado de colapso, las burguesías globales no están dispuestas a ceder su riqueza y poder hegemónico, por eso su estrategia para mantener su estatus y controlar el mundo son: la guerra, la militarización y la fascistización (2006, p. 34).

Sin embargo, estamos en un mundo esquizofrénico, pues pese vivir en un estado de guerra mundial final y permanente por el control de los recursos, este es a la vez “invisibilizado” mediante discursos de “seguridad”, los cuales crean enemigos a los que llaman terroristas; una categoría ambigua en la cual puede entrar cualquiera que desafíe su poder.

Refiriéndose a la guerra contra el terrorismo Saxe indica que la misma en su condición de guerra civilsocial mundial implica “la instauración de la violencia y la guerra como primera institución nacional e internacional para enfrentar y resolver problemas y conflictos” (2006, p. 30). Es decir, el Estado de Guerra es la condición de mundo donde se está desarrollando la vida, el mismo pone como institución subnacional la violencia.

Las guerras por los recursos que son cada vez son más escasos, son guerras de agresión y de rapiña (2006, p. 3), donde los afectados son los más excluidos, desposeídos, empobrecidos: los inocentes. Son a quienes se despoja de sus tierras, son quienes se les obliga a vivir en entornos ambientales contaminados, ceder su fuerza de trabajo a sus verdugos…

Mientras tanto, los ricos intentan sobrevivir en palabras de Saxe “entre ruinas que crecen y en una orgía de sangre inocente” (2006, p. 33). El objetivo es rescatar al villano mercado capitalista que ha sobrepasado los límites del equilibrio ecológico, los límites del ecosistema mundial y la biosfera por el ansia de acumulación y posesión perpetua. Sin importar que con ello se destruya la misma naturaleza y los grupos humanos (porque entran en la categoría de no humanos), pues la sacrosanta tecnología les llevará a los elegidos al paraíso terrenal fotosintetizado.

Indica Saxe que Estados Unidos pretende mantenerse en el poder mediante dos herramientas: poder militar (dominio tecnológico) y petróleo (control de recurso natural vital del que “dependen” el funcionamiento industrial de las sociedades “modernas”). En medio de esta guerra los Estados y sus instituciones se debilitan, caen y son tomados por las megacorporaciones (jerarquías autoritarias extra estatatales).

Este Estado de Guerra es provocado y a la vez agudiza las condiciones de colapso social y ambiental (colapsos ecosociales según Saxe).

Saxe menciona tres tipos de violencia que hacen posible el establecimiento de “democracias vacías” patrocinadas por costosísimas campañas publicitarias. Estas violencias son (2006, p. 33):
-       Económica: megaparo estructural y eliminación de garantías laborales.
-       Social: criminalidad y destrucción de redes de solidaridad y seguridad social.
-       Política: guerra civil, terrorismo oficial y opositor.

Desde mi punto de vista agregaría la violencia mediática, la cual considero transversal a estos tres tipos mencionados por Saxe. Esto medios de comunicación no son un simple instrumento; son en sí corporaciones empresariales que forman parte de las jerarquías autoritarias, no es extraño que les llamen el cuarto poder.

Así, existe toda una estructura social armada según los intereses hegemónicos para justificar, legitimar y echar a andar el estado de guerra y vigilancia. Entre ellos: los medios de comunicación, los cuerpos intelectuales descaradamente vinculados a estructuras de “legitimación social” como lo son las universidades o centros de investigación,  las iglesias…

Actualmente, Estados Unidos y Rusia invierten altas sumas de capital por en la tecnología de la muerte, tienen armas con la capacidad de destruir 300 veces a cada ser humano vivo. Todo ello por su ansia de poder y control.

La magnitud de la perversidad y sus resultados de aniquilación total de la vida rebasan las posibilidades de análisis que Saxe compara con la imagen de una Hiroshima Universal, donde las posibilidades de reflexión y responsabilidad se disminuyen en tanto se amplía la simplicidad con la que se puede aniquilar a miles (Estímulo Supraliminal). “Eliminar a cien mil personas apretando un botón es algo incomparablemente más fácil que destazar a un individuo” (Saxe, 2006, p. 43).

En Estados Unidos, mucho del gasto militar se destina a cuidar la centralidad energética del petróleo, ejemplo de ello es la violencia contra Afganistán e Irak.

Mientras se invierten grandes sumas de dinero en la industria de la muerte la cotidianidad de las mayorías se desgarra, como cifras esclarecedoras, se tiene que a principios del siglo XXI: 600 millones de personas controlan un 75% de la riqueza mundial, mientras que 5400 millones deben jugársela con el restante 25%. Es decir un grupo de personas nueve veces más numeroso que el primero tiene tan solo una tercera parte que lo que tiene el grupo acaparador.

Esto se traduce en carencias a nivel alimentario (desnutrición), vivienda, salud, educación (analfabetismo), recreación… Se estima que al menos un tercio de la población mundial vive en condiciones de pobreza absoluta. Y en estas estadísticas no funcionan los esquemas de centro y periferia, si bien existen países con un mayor poderío económico que otros, podemos encontrar poblaciones sumamente empobrecidas en países como Estados Unidos y élites sumamente enriquecidas en países de África o Latinoamérica.

Así, los peligros ontológicos termonucleares, militares, sociales y ecológicos se refieren a “procesos destructivos terminales, en los ámbitos psicosociales y naturales, y que durante las últimas dos décadas del siglo XX alcanzan la dimensión de inminencia” (2006, p. 45), sin embargo, es a partir del 2001 que los peligros se convierten en colapsos, en colapsos encadenados, sucesivos e intensos.

Existe una gran contradicción al querer preservar el poder mediante armas que lo destruyen todo a su paso, con una fe en un determinismo tecnológico que preservará la vida de los poderosos, los elegidos del reino del progreso infinito.

Para entender el colapso eco-social Saxe explica colapso social y colapso ecológico.

El colapso social mundial tiene su raíz en una política económica capitalista (de competencia, individualismo y acumulación), donde la economía siendo un subsistema y al pretender crecer de manera indefinida ha convulsionado el ecosistema mundo hasta hacerlo colapsar al sobrepasar los límites ecológicos.

Sin embargo, los ejecutores y artífices de estos modelos se creen dueños de un exclusivismo mundial donde la ciencia, la tecnología y el conocimiento les permitirán trascender a la sociedad en una creencia de ser inmunes a este colapso. Esto lleva a una gran exclusión social que “alcanza límites intolerables y características degradantes y desagradables, explosivas social, política y éticamente” (2006, p. 49).

De acuerdo con Saxe (2006, p. 51), Petras y Veltmeyer (2002) las nuevas oligarquías globalistas (metropolitanas) que toman el poder desde 1970 se sustentan en dos pilares:
(1)   control de los medios de comunicación
(2)   control y uso intenso y extenso de medios de control/represión jurídica, policial y militar.

Además, del control empresarial general en otras áreas más allá de los medios de comunicación y control.
Algunas cifras importantes en el marco del colapso social son:
-       Las naciones industrializadas del mundo equivalen a un 26% de la población mundial y generan un 78% del Producto Nacional Bruto Mundial, pero además: consumen el 81% de la energía eléctrica, el 70% de los fertilizantes químicos y el 87% del armamento mundial.
-       Según el informe de 2005 del PNUD, en 53 países que en su conjunto representan un 80% de la población mundial creció la desigualdad.
-       Según el Banco Mundial, de un total 6 mil millones de habitantes, casi la mitad (2800 millones) vive con menos de $2 diarios y una quinta parte (1200 millones) con menos de $1.

Así, vivimos un mundo completamente asimétrico y polarizado con gran predominio de las  Corporaciones Transnacionales Metropolitanas (CTM) sobre los estados nacionales libres (estos prácticamente a mi juicio no existen, salvo algunos países de América del Sur que están intentado formas de gobierno más independientes, pero bajo el mismo esquema capitalista de Estados Extractivistas).

Las CTM controlan un 80% de la tierra se siembra para exportar. Estas CTM son a su vez controladas por nuevas oligarquía mafiosas internacionales que también controlan los países donde sus corporaciones se asientan.

Indica Saxe “El capitalismo ya no puede pretender ser bueno ‘para todo/as, abiertamente reconoce que hay ‘perdedores’, aunque no sea capaz de comprender el significado político, social, ético y ontológico de que esos morituri sean la inmensa mayoría de la humanidad” (2006, p.  58)

Sin embargo, considero que no es una condición de “capacidad de comprender”, pues éstos líderes capitalistas, sus corporaciones y sus aliados saben claramente que es lo que corre, por qué ocurre y a quién le ocurre. No hay ningún juego de inocencia o desconocimiento, hay toda una racionalidad egoísta, malvada y genocida. El que no lo digan abiertamente es parte de la omisión discursiva pública y no una omisión del proyecto capitalista.

La expansión del capitalismo y el neoliberalismo causan el colapso ecosocial, genera la acumulación de riqueza en ciertos sectores y el empobrecimiento de las grandes mayoría, pero también produce una serie de crisis deflacionarias (sobreproducción –de la mano de la innovación tecnológica- sin capacidad correspondiente de consumo o subconsumo –disminución de fuerza laboral y salarios-). En medio de esto se genera un una crisis financiera especulativa a la que le quedan muy bien los climas de guerras.

Por su parte, de acuerdo con Saxe, el colapso ecológico es presionado desde dos grandes frentes: (1) la explotación desmedida de los ecosistemas y (2) la privatización/apropiación/arrebatamiento de estos hábitats. Uno de los recursos más preciados por las corporaciones es el petróleo, pues la sociedad mundo se construyó centrada en este hidrocarburo. De ahí el grito de guerra por su control mundial.

“Iniciativas” a nivel mundial y local deben vistas con suma desconfianza y malicia. Por ejemplo, lo que ocurrió en 1972 con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente “Los límites del crecimiento”. Este fue una espacio donde se dio y se da una cooptación del “pensamiento”, un vaciamiento conceptual y completamente contradictorio en su fondo como lo es la idea del “desarrollo sostenible”. No puede existir un desarrollo sostenible dentro de un modelo de desarrollo capitalista.

Los interesados en la cooptación son instituciones como las instituciones financieras internacionales. Así, se da lo que llama Saxe una penetración de los paradigmas economicistas neoliberales en el movimiento ambientalista, ONG, academia, etc… para llegar a validar un “desarrollo sostenible o sustentable”. 

En el Informe Anual del Worldwatch Institute sobre Medio Ambiente y Desarrollo del 2000 hay una planteamiento claro sobre colapso ecológico que contempla 7 tendencias destructoras de la naturaleza: (1) crecimiento de la población, (2) subida de temperaturas, (3) descenso de la capa freática, (4) disminución de la tierra cultivable per cápita, (5) colapso de las pesquerías, (6) disminución del bosque, (7) pérdida de especies animales y vegetales.

Este informe omite como tendencia destructiva primaria y transversal el modelo de desarrollo capitalista unido al engolosinado orgullo humano al considerarse “ser” superior, separado y dominador de la naturaleza cimentado en un pensamiento dicotómico (hombre-naturaleza) y cristiano (dominar la naturaleza). Indican Saxe, sintetizando a Leakey y Lewin, que los humanos “estamos equipados con la capacidad de devastar la diversidad donde quiera que vayamos. Nuestra racionalidad y nuestro conocimiento han servido para explotar colectivamente los recursos de la Tierra en proporciones incomparables” (2006, p. 85)

Respecto a la privatización de ecosistemas, la misma es patrocinada por entidades financieras al servicio de las burguesías transnacionales. Entre ellas: Banco Mundial (BM), Fondo Mundial para la Naturaleza, la Corporación Financiera Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo.

Entre sus proyectos concretos se pueden citar: Plan Puebla Panamá, Corredor Biológico Mesoamericano, Corredor Coralino Mesoamericano y los programas de privatización del agua.

Estos proyectos pretenden la explotación financiera en todas sus fases desde carreteras hasta la bioprospección y biopiratería.

Así, la instrumentalización de la vida natural (incluido el ser humano como parte de la naturaleza) con fines económicos y de poder individualistas ha llevado al colapso de la vida en la Tierra.

Referencia:
Saxe, E. (2005). “Un mundo que se hunde: Los colapsos sociales y ecológicos”. En Colapso Mundial y Guerra. San José: Amo al Sur Editorial. Pp. 25-105. 

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