miércoles, 22 de agosto de 2012

El informe Lugano



“Nunca he observado que la honradez de los hombres aumente con su riqueza”
- Charles Dickens-

De Charles Dickens a Susan George
El tema de la sobrepoblación

En la Inglaterra del siglo XIX el más grande de los ideales era la fe en el progreso, en todos los ámbitos; progreso científico, económico y social,  a pesar de los grandes anillos de miseria de la nueva sociedad industrial, y progreso tecnológico, dado por el desarrollo de algunos sectores como el ferroviario y el textil.
  De esta manera el desarrollo económico, en vez del social, la concentración de bienes y el progreso industrial representaron el empobrecimiento de la zona rural, además un crecimiento de la urbanización, la proletarización de campesinos y artesanos y por consiguiente, una gran necesidad de que las mujeres salieran a trabajar por un salario. La consecuencia fue una ruptura de la esfera doméstica y la entrada en la esfera pública de la producción social como asalariada, y por tanto en la necesidad de la búsqueda de trabajos femeninos en que la mujer se vio explotada,  por ejemplo: servicios domésticos, costureras, planchadoras, modistas, lavanderas, claro, además del trabajo industrial. La misma suerte corrían los niños, la explotación del trabajo infantil caracterizó a la época victoriana.
  Todo lo anterior se tradujo en beneficios para la clase alta, para el desarrollo económico y por medio de esto la consolidación del imperio frente al mundo, al poder exhibir un gran poderío económico a un grandísimo costo social. Ya que la miseria provocó la urgente necesidad de un trabajo asalariado, por una remuneración menor, degradación, sometimiento y resignación, en este ambiente, la mujer y los niños eran la mano de obra favorita de los empresarios, pues el capitalismo extraía mayor tasa de plusvalía.
 En ese contexto, surge un gran crítico de su época, el escritor Charles Dickens, quien en su producción denunció de forma satírica la hipocresía social, las injusticias, el hambre, la mortalidad infantil, las enfermedades y su falta de atención, es decir, las terribles contradicciones del sistema capitalista.
Más de un siglo después, Susan George, también pretende poner de manifiesto las contradicciones del capitalismo global en el libro, El informe Lugano, en éste se  supone que un grupo de nueve expertos debe elaborar un informe sobre los peligros que  deberá enfrentar el sistema capitalista durante el siglo XXI y las posibles soluciones para asegurar su continuidad y fortalecimiento. Los informantes permanecen en el anonimato, sin embargo, todo parece indicar que se trata de representantes de un alto nivel económico y político en el planeta.
El libro aborda muchos temas, sin embargo, me interesa el tema de la sobrepoblación. En el capítulo 3 “El impacto”, los autores del informe cifran en tres los factores que contribuyen al impacto: el consumo, la tecnología y la población humana. Con respecto al tema de la tecnología, los autores del informe quieren dejar claro que los países menos desarrollados son más contaminantes que los que tienen tecnologías de avanzada. Y sobre el tema de la población dan los siguientes números: el aumento anual de unos 80 millones de personas, debido a una tasa de natalidad alta, y una tasa de mortalidad cada vez más baja debido a los avances médicos, el nacimiento de más de 300000 bebés diariamente en los países subdesarrollados y solamente 142000 muertes diarias de personas de cualquier edad. Además, hay un gran porcentaje de la población en edad fértil, y afirman que solo la población rica permanece estable, incluso disminuye un poco. (George, 2001:61-63).
 De esta manera, concluyen los autores que es el factor que desestabiliza más al sistema, porque “los pobres del mundo tienen los hijos porque son su principal vehículo hacia el bienestar o por lo menos hacia mejoras de vida, claro que no ahondan en el tema de la pobreza. Además, se cuestionan sobre la libertad de reproducción para todos los seres humanos, es decir, el control de la natalidad mundial supone por tanto el presupuesto fundamental para la continuidad del capitalismo planetario del siglo XXI.
 Parece que este caballo de batalla de los capitalistas no es nuevo, desde el siglo XIX en plena Revolución Industrial, el tema de la sobrepoblación era el causante de todos los males sociales, entre ellos la pobreza, el hambre y la vagabundearía, no así las élites y sus sistemas explotadores. Razón por la cual mencioné al principio a Charles Dickens pues en muchas de sus obras, los personajes avaros, capitalistas y explotadores culpan a los pobres y a la sobrepoblación, claro que Dickens lo retrató de una manera muy irónica. Un claro ejemplo se puede ver en Un cuento de Navidad, cuando el Sr. Scrooge, en referencia a los pobres expresa: “Si prefieren morir, es lo mejor que pueden hacer y así disminuirá el exceso de población”.
 En el presente siglo, era globalizada de los mercados financieros, los analistas económicos y políticos de los países “desarrollados” a través de los medios de comunicación a su servicio, difunden ideas apocalípticas sobre los terribles efectos de las sobrepoblación, que ha ocasionado el “Tercer Mundo” y de  los peligros de que todo el planeta  no esté preparado tecnológicamente, pues afirman que los países pobres de África, Asia y América Latina son los causantes de la mayor contaminación del planeta y de la crisis ecológica. Las masas de personas desinformadas o, mejor incapaces por educación o circunstancias de manejar información  a ese vertiginoso ritmo pueden rezumar descontento a sed de venganza que en última instancia los haga más manipulables por quienes manejan a su antojo los sentimientos de odio y venganza, la “lucha de clases se vería así materializada y los autores del informe lo ven como un obstáculo para el objetivo del capitalismo el único sistema imperante. (George, 2001: 28-33).
De acuerdo con lo anterior, ¿qué hacer con la sobrepoblación de los países pobres? Pues la respuesta es muy obvia, exterminarlos, implícitamente esa ha sido la única solución viable de las élites desde el siglo XIX cuando Dickens satíricamente denunciaba el pensamiento de los dirigentes económicos y políticos de su época. En la actualidad no ha cambiado, así la sátira de Susan George no está muy alejada de la realidad. Ellos tienen el poder mediático para manipular y hacer creer a las masas presuntos problemas y soluciones. ¿Cuáles serían esas estrategias de los poderosos para controlar la población mundial? Pues métodos inhumanos como esterilizaciones forzadas, eugenismo, epidemias forzadas y genocidios, esta última de las estrategias más utilizadas a lo largo del siglo XX.
Lo que nunca aceptarán es que el desastre mundial que estamos viviendo, y la gran crisis civilizatoria es gracias a las acciones del sistema capitalista salvaje, gracias al sobreconsumo, el extractivismo y la destrucción de la naturaleza que han llevado a cabo los países industrializados.
El actual consumo de los países desarrollados refleja comportamientos depredadores, de tantos recursos como los usados por el resto de la humanidad en este momento presente y pasado a lo largo de toda la historia.  Todo obedece a la búsqueda de beneficios particulares a corto plazo, para continuar el consumo: una publicidad agresiva se dedica a crear necesidades o a estimular modas efímeras, y se reduce la durabilidad de los productos de alto impacto ecológico por su elevado consumo energético o efectos contaminantes.
Los países ricos tienen en promedio cinco veces más impacto que los menos desarrollados, pero el mayor declive en biodiversidad lo padecen las naciones pobres, pues “subsidian el estilo de vida de los países ricos”. El flujo de desechos electrónicos desechados por los países desarrollados es llevado a los países periféricos con la falsa etiqueta de “productos de segunda mano”. En muchos países de África, por ejemplo, Ghana la basura de los países desarrollados ha llenado sus paisajes y vida cotidiana. (Cosima Dannoritzer. Documental comprar, tirar, comprar. España, 2011). En síntesis, con lo que se debe acabar de una vez por todas es con el estilo de vida voraz y depredador de los países industrializados, pues hay un planeta y si los recursos se utilizaran de la forma adecuada alcanzaría para mucho tiempo más y para  muchas personas.
      


  

“Si prefieren morir (los pobres), es lo mejor que pueden hacer y así disminuirá el exceso de población”.




  
Referencias:
-GEORGE, Susan (2003). Informe Lugano. Cómo preservar el capitalismo en el siglo XXI. 9ª ed. Trad. Wang, B. Barcelona: Icaria editorial-Intermón Oxfam.






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