viernes, 17 de agosto de 2012

Decrecimiento o barbarie. Para una salida no violenta del capitalismo

La política económica del crecimiento infinito se caracteriza por tener: periodos de crecimiento negativo, fluctuaciones cíclicas recesivas, choques depresivos, fases de empobrecimiento y paro (Cicciari, 2010, p. 94).

Bajo estas características, los poderosos del capital se las ingenian para hacer de cada crisis una oportunidad (para ellos mismos: negocios verdes, mercados de carbono, reciclaje y botaderos) y socializan las pérdidas que recaen con mayor fuerza en los grupos sociales más débiles y agregaría yo, la naturaleza; y con ello, propicia el caos económico, social, ecológico y la lucha entre los pobres.

El decrecimiento voluntario, a diferencia del decrecimiento obligatorio de la política económica del crecimiento infinito, es un antídoto a la crisis y propone, entre otras cosas, “vivir mejor con menos dinero, menor consumo de mercancías” (2010, p. 93). El decrecimiento no debe ser visto como una simple oposición al crecimiento, Latouche propone hablar de un acrecimiento.

El decrecimiento como un slogan político con implicaciones teóricas (Latouche, 2009, p. 16) parte de un reconocimiento de los límites biofísicos de la Tierra y reconoce que la única manera de revertir la contaminación es disminuir la cantidad de energía y materias empleadas en los procesos de producción y en el consumo, darle larga vida  a las cosas y disminuir (mejor eliminar) la obsolescencia programada.

En definitiva es necesario salir de la lógica del crecimiento infinitamente exponencial, del mercado y la competencia del modelo de desarrollo capitalista al beneficio de las minoritarias élites dominantes.

Esto implica una liberación de modos de vida cimentados en el consumo y la búsqueda de un nuevo modo de vida, no una moda o tendencia. Abre la puerta a diversos modos de vida, en contraposición a la política del capital de un mundo unipolar, de una única forma de vivir y pensar.

Sin embargo, hemos sido construidos como seres humanos atados a la idea de que el progreso y el bienestar se alcanza a partir del acceso y acumulación privada de bienes materiales. De ahí el reto de cambiar el paradigma y liberarse de estas condicionantes culturales (Cicciari, 2010, p. 114) y volver a construir las relaciones de reciprocidad eliminadas por la modernidad.

Es a su vez necesaria otra economía que no se abstraiga de los límites de la biósfera y empecemos una nueva economía en el seno de la biósfera: una bioeconomía (Latouche, 2009, p. 22).

Cicciari plantea el decrecimiento como un reto político: “Vivir sin dinero en una sociedad que venera el dinero parece una misión imposible” (2010, p. 97). Es por ello que el decrecimiento es una acción política, que implica que los individuos se apropien de sus subjetividades y se construyan nuevas relaciones sociales.

Así, el decrecimiento como la acción política de sujetos y colectividades concientes de la necesidad de un cambio de paradigma implica liberar la vida política del secuestro de las esferas de poder y dominio de las élites. Indica Cicciari retomando a Adriana Cavarero, que “para la política del decrecimiento, tendríamos que pensar a una política más allá del poder (…) una política contra y más allá del dominio” (2010, p. 117)

Así, el decrecimiento:
-       Es una manera de prevenir las consecuencias del crecimiento, no es una simple oposición al crecimiento.
-       Es una crítica radical al desarrollo y el crecimiento por el crecimiento con sus consecuencias nefastas para el medio ambiente mientras los poseedores de capital aumentan sus beneficios.
-       No es una adaptación obligatoria o resignada, no es una renuncia, privación, aceptación de condiciones de pobreza o elogio de la pauperización.
-       Es una renuncia a lo inútil y lo superfluo que opaca lo realmente placentero. Es una vuelta al centro de los valores que fundan nuestra humanidad (Ridoux, citado en Cicciari, 2010, p. 95)
-       Mejora la calidad de vida, reparte de una manera distinta las cargas laborales, pretende la cooperación social en las comunidades y poblaciones
-       Produce modelos participativos de selección de las necesidades, lucha contra gastos innecesarios (militar y publicitario), valora estilos de vida sobrios, la conservación de bienes comunes y promueve formas de gobierno comunitario de territorio y recursos.
-       No se debe confundir regresión, no es un estado estacionario, ni crecimiento negativo, ni crecimiento cero (Latouche, 2009, p. 15)

El decrecimiento implica pasar del exceso a la suficiencia y a la construcción de sociedades autosostenibles. Algunos ejemplos que presenta Cicciari son: huertas urbanas, talleres de reparación, mercados reusados, transporte compartido, etc…

Cicciari plantea la necesidad de contar con políticas económicas e industriales de desmaterialización de los procesos productivos (2010, p. 101) que transciendan los negocios verdes con los que las mismas empresas siguen lucrando, o adaptando sus tecnologías y negocios para seguir acumulando riquezas, o instrumentos panfletarios como el Protocolo de Kioto o eufemismos como “desarrollo sostenible” que se ajustan más a la metáfora del barco que disminuye la velocidad a la que va a chocar con el iceberg, pero que no cambia de rumbo.

Igualmente, el determinismo tecnológico para solucionar los problemas eco-sociales genera efectos contraproducentes. Entre ellos:
- Trampa tecnológica: implica que se desplazan los elementos tóxicos de una máquina a otra.
- Efecto rebote: ocurre cuando una tecnología disminuye el consumo por unidad generada, pero se generan más mercancías o cuando se deslocalizan partes de procesos de producción a zonas donde no se contabilizan emisiones o se compran bonos de carbono donde la atmósfera se intercambia por dinero.

Y precisamente esta característica de volver todo objetivo del mercado es otro tema dentro del decrecimiento. Es por ello necesario dar valor a otras formas de vida y retomar el uso y gestión colectiva de aquellos espacios privatizados por el mercado para su acumulación (desmercantilización).

En este sentido es importante retomar las preguntas de la economía gandhiana sobre el ciclo de vida de los productos: “¿cuánto sabes del objeto que estás comprando?, ¿quién lo ha producido y en qué condiciones trabajan y viven los que lo han producido?, ¿cuál es la parte del precio final que le queda al productor?, ¿qué materiales se han utilizado?, ¿cómo ha sido producido?, ¿cómo se reparte el beneficio?” (Cicciari, 2010, p. 108)

Para lograr esto, es necesaria una descolonización de las mentes, una revolución cultural, un cambio civilizatorio. Sin embargo, se deja un importante peso de cambio de mentalidad en el orden de los principios, aunque no se descarta una pedagogía del cambio.

En síntesis Cacciari habla del decrecimiento como: antídoto a la crisis, como desmaterialización, como desmercantilización, como proyecto de autogobierno,  como acción política.

Hay una serie de conceptos que deben ser tomados en cuenta:
Desarrollo sostenible: este término puesto de modo remite más bien a la reproducción sostenible que rigió el mundo hasta el siglo XVIII. Se trata de modos de vida heredados donde el fin era mantener un patrimonio, no sacarle provecho. Implica un principio de responsabilidad con las generaciones futuras, donde el crecimiento se adapta a la condiciones ambientales, es decir, adapta su forma de vida al entorno, he ahí una diferencia entre la sociedad vernácula y la industrial.

Estado estacionario y crecimiento cero: son posturas que intentan conciliar la preservación del medio ambiente con las “adquisiciones” de la dominación económica, es decir, sigue ubicado en la lógica capitalista pero sin crecimiento.

La teoría del estado estacionario plantea que al ir envejeciendo el capitalismo (por un bloqueo en la acumulación), éste dará paso a una sociedad con valores más respetuosos del ambiente y los seres humanos (Latouche, 2009, p. 28). Pero ese estado estacionario no es consecuencia directa de lógica de la propia económica (mecánica y progresista=autodinámica); sino de factores exógenos a la propia lógica capitalista, entre ellos: escasez de recursos, disminución de la población, disminución de nuevos mercados por captar e insuficientes avances tecnológicos.

Es decir, deja de crecer, pero sigue funcionando (Malthus). Los rendimientos decrecientes en la economía son un reflejo de la finitud de la naturaleza y la vez se insiste en la sustitución artificial de los recursos.

Referencia:
Cacciari, P. (2010). “Decrecimiento como antídoto a la crisis”, “Decrecimiento como desmaterialización”, “Decrecimiento como desmercantilización”, “Decrecimiento como proyecto de autogobierno, “Decrecimiento como acción política”. En Decrecimiento o barbarie. Para una salida no violenta del capitalismo. Trad. Puddu, S. Barcelona: Icaria Editorial. Pp. 93-121

Latouche, S. (2009). “¿Qué es el decrecimiento?”. En La apuesta por el decrecimiento. ¿cómo salir del imaginario dominante?”. 2ª ed. Trad. Astorga, P. Barcelona: Icaria Editorial. Pp. 9-34

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