La
política económica del crecimiento infinito se caracteriza por tener: periodos
de crecimiento negativo, fluctuaciones cíclicas recesivas, choques depresivos,
fases de empobrecimiento y paro (Cicciari, 2010, p. 94).
Bajo
estas características, los poderosos del capital se las ingenian para hacer de
cada crisis una oportunidad (para ellos mismos: negocios verdes, mercados de
carbono, reciclaje y botaderos) y socializan las pérdidas que recaen con mayor
fuerza en los grupos sociales más débiles y agregaría yo, la naturaleza; y con
ello, propicia el caos económico, social, ecológico y la lucha entre los
pobres.
El
decrecimiento voluntario, a diferencia del decrecimiento obligatorio de la
política económica del crecimiento infinito, es un antídoto a la crisis y
propone, entre otras cosas, “vivir mejor con
menos dinero, menor consumo de mercancías” (2010, p. 93). El decrecimiento
no debe ser visto como una simple oposición al crecimiento, Latouche propone
hablar de un acrecimiento.
El
decrecimiento como un slogan político con implicaciones teóricas (Latouche,
2009, p. 16) parte de un reconocimiento de los límites biofísicos de la Tierra
y reconoce que la única manera de revertir la contaminación es disminuir la
cantidad de energía y materias empleadas en los procesos de producción y en el
consumo, darle larga vida a las cosas y
disminuir (mejor eliminar) la obsolescencia programada.
En
definitiva es necesario salir de la lógica del crecimiento infinitamente
exponencial, del mercado y la competencia del modelo de desarrollo capitalista
al beneficio de las minoritarias élites dominantes.
Esto
implica una liberación de modos de vida cimentados en el consumo y la búsqueda
de un nuevo modo de vida, no una moda o tendencia. Abre la puerta a diversos
modos de vida, en contraposición a la política del capital de un mundo
unipolar, de una única forma de vivir y pensar.
Sin
embargo, hemos sido construidos como seres humanos atados a la idea de que el
progreso y el bienestar se alcanza a partir del acceso y acumulación privada de
bienes materiales. De ahí el reto de cambiar el paradigma y liberarse de estas
condicionantes culturales (Cicciari, 2010, p. 114) y volver a construir las
relaciones de reciprocidad eliminadas por la modernidad.
Es a
su vez necesaria otra economía que no se abstraiga de los límites de la biósfera
y empecemos una nueva economía en el seno de la biósfera: una bioeconomía
(Latouche, 2009, p. 22).
Cicciari
plantea el decrecimiento como un reto político: “Vivir sin dinero en una sociedad que venera el dinero parece una misión
imposible” (2010, p. 97). Es por ello que el decrecimiento es una acción
política, que implica que los individuos se apropien de sus subjetividades y se
construyan nuevas relaciones sociales.
Así,
el decrecimiento como la acción política de sujetos y colectividades concientes
de la necesidad de un cambio de paradigma implica liberar la vida política del
secuestro de las esferas de poder y dominio de las élites. Indica Cicciari
retomando a Adriana Cavarero, que “para
la política del decrecimiento, tendríamos que pensar a una política más allá
del poder (…) una política contra y más allá del dominio” (2010, p. 117)
Así,
el decrecimiento:
-
Es una manera de prevenir las
consecuencias del crecimiento, no es una simple oposición al crecimiento.
-
Es una crítica radical al
desarrollo y el crecimiento por el crecimiento con sus consecuencias nefastas
para el medio ambiente mientras los poseedores de capital aumentan sus
beneficios.
-
No es una adaptación
obligatoria o resignada, no es una renuncia, privación, aceptación de
condiciones de pobreza o elogio de la pauperización.
-
Es una renuncia a lo inútil y
lo superfluo que opaca lo realmente placentero. Es una vuelta al centro de los
valores que fundan nuestra humanidad (Ridoux, citado en Cicciari, 2010, p. 95)
-
Mejora la calidad de vida, reparte
de una manera distinta las cargas laborales, pretende la cooperación social en
las comunidades y poblaciones
-
Produce modelos participativos
de selección de las necesidades, lucha contra gastos innecesarios (militar y
publicitario), valora estilos de vida sobrios, la conservación de bienes
comunes y promueve formas de gobierno comunitario de territorio y recursos.
-
No se debe confundir
regresión, no es un estado estacionario, ni crecimiento negativo, ni
crecimiento cero (Latouche, 2009, p. 15)
El
decrecimiento implica pasar del exceso a la suficiencia y a la construcción de
sociedades autosostenibles. Algunos ejemplos que presenta Cicciari son: huertas
urbanas, talleres de reparación, mercados reusados, transporte compartido, etc…
Cicciari
plantea la necesidad de contar con políticas económicas e industriales de
desmaterialización de los procesos productivos (2010, p. 101) que transciendan
los negocios verdes con los que las mismas empresas siguen lucrando, o
adaptando sus tecnologías y negocios para seguir acumulando riquezas, o
instrumentos panfletarios como el Protocolo de Kioto o eufemismos como
“desarrollo sostenible” que se ajustan más a la metáfora del barco que
disminuye la velocidad a la que va a chocar con el iceberg, pero que no cambia
de rumbo.
Igualmente,
el determinismo tecnológico para solucionar los problemas eco-sociales genera
efectos contraproducentes. Entre ellos:
- Trampa tecnológica: implica que se
desplazan los elementos tóxicos de una máquina a otra.
- Efecto rebote: ocurre cuando una
tecnología disminuye el consumo por unidad generada, pero se generan más
mercancías o cuando se deslocalizan partes de procesos de producción a zonas
donde no se contabilizan emisiones o se compran bonos de carbono donde la
atmósfera se intercambia por dinero.
Y
precisamente esta característica de volver todo objetivo del mercado es otro
tema dentro del decrecimiento. Es por ello necesario dar valor a otras formas
de vida y retomar el uso y gestión colectiva de aquellos espacios privatizados
por el mercado para su acumulación (desmercantilización).
En
este sentido es importante retomar las preguntas de la economía gandhiana sobre
el ciclo de vida de los productos: “¿cuánto
sabes del objeto que estás comprando?, ¿quién lo ha producido y en qué
condiciones trabajan y viven los que lo han producido?, ¿cuál es la parte del
precio final que le queda al productor?, ¿qué materiales se han utilizado?,
¿cómo ha sido producido?, ¿cómo se reparte el beneficio?” (Cicciari, 2010,
p. 108)
Para
lograr esto, es necesaria una descolonización de las mentes, una revolución
cultural, un cambio civilizatorio. Sin embargo, se deja un importante peso de
cambio de mentalidad en el orden de los principios, aunque no se descarta una
pedagogía del cambio.
En
síntesis Cacciari habla del decrecimiento como: antídoto a la crisis, como
desmaterialización, como desmercantilización, como proyecto de
autogobierno, como acción política.
Hay
una serie de conceptos que deben ser tomados en cuenta:
Desarrollo sostenible: este
término puesto de modo remite más bien a la reproducción sostenible que rigió el mundo hasta el siglo XVIII. Se
trata de modos de vida heredados donde el fin era mantener un patrimonio, no
sacarle provecho. Implica un principio de responsabilidad con las generaciones
futuras, donde el crecimiento se adapta a la condiciones ambientales, es decir,
adapta su forma de vida al entorno, he ahí una diferencia entre la sociedad
vernácula y la industrial.
Estado estacionario y crecimiento cero: son posturas que intentan conciliar la preservación del medio
ambiente con las “adquisiciones” de la dominación económica, es decir, sigue
ubicado en la lógica capitalista pero sin crecimiento.
La
teoría del estado estacionario
plantea que al ir envejeciendo el capitalismo (por un bloqueo en la
acumulación), éste dará paso a una sociedad con valores más respetuosos del
ambiente y los seres humanos (Latouche, 2009, p. 28). Pero ese estado
estacionario no es consecuencia directa de lógica de la propia económica
(mecánica y progresista=autodinámica); sino de factores exógenos a la propia
lógica capitalista, entre ellos: escasez de recursos, disminución de la
población, disminución de nuevos mercados por captar e insuficientes avances
tecnológicos.
Es
decir, deja de crecer, pero sigue funcionando (Malthus). Los rendimientos
decrecientes en la economía son un reflejo de la finitud de la naturaleza y la
vez se insiste en la sustitución artificial de los recursos.
Referencia:
Cacciari,
P. (2010). “Decrecimiento como antídoto a la crisis”, “Decrecimiento como
desmaterialización”, “Decrecimiento como desmercantilización”, “Decrecimiento
como proyecto de autogobierno, “Decrecimiento como acción política”. En
Decrecimiento o barbarie. Para una salida no violenta del capitalismo. Trad.
Puddu, S. Barcelona: Icaria Editorial. Pp. 93-121
Latouche,
S. (2009). “¿Qué es el decrecimiento?”. En La apuesta por el decrecimiento.
¿cómo salir del imaginario dominante?”. 2ª ed. Trad. Astorga, P. Barcelona:
Icaria Editorial. Pp. 9-34
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