domingo, 19 de agosto de 2012

Santa Teresa, el maldesarrollo y la máquina feminicida


Por Fabio Víquez


En Santa Teresa los demonios van por la calle, dejando un rastro de sangre, la ciudad les pertenece, y hacen lo que les place, contrabando de drogas, armas, personas, lavado, secuestros, asesinatos… picadillos. Tal vez sería mejor decir que esta ciudad es tierra de nadie, y que ahí sucede de todo. Está ubicada en la frontera entre México y Estados Unidos, y es escenario de la violación, mutilación, abuso, tortura y asesinato de docenas de mujeres, cuyos cadáveres han aparecido como flotando, al lado de carreteras, en los barrios y vecindades, en lotes baldíos, adentro de bolsas de basura, y en callejones solitarios, entre muchos otros lugares. La luna y el aullido de un perro han sido el único testigo de aquellas muertes violentas; los despojos de un sistema maldito en el cual la vida humana tiene un valor ínfimo, y que es determinada por una relación de explotación – utilitarismo; como una locomotora que necesita cuerpos para continuar con su día a día.  

Tal como lo escribió Céline, en su Viaje alfin de la noche, cuando alguien, un día, dijo a Bardamú: ¡No te van a servir de nada aquí los estudios, chico! No has venido aquí para pensar, sino para hacer los gestos que te ordenen ejecutar... En nuestra fábrica no necesitamos a imaginativos. Lo que necesitamos son chimpancés... Y otro consejo. ¡No vuelvas a hablarnos de tu inteligencia! ¡Ya pensaremos por ti, amigo! Ya lo sabes.”

Bardamú se enfrentaba al utilitarismo de la producción en serie, pero en Santa Teresa,  el utilitarismo ha sido llevado al extremo por la industria de la maquila, extremo en cual no existen los rostros, las personas no son más que escalas en el proceso para ensamblar cualquier objeto o prenda. Y las personas son muchas, por lo que son fácilmente sustituibles. Si en vida aquellos cadáveres no tuvieron nombre, pues en el sistema de producción no eran personas, en la muerte tampoco.

Santa Teresa es la ciudad imaginaria del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003), en la cual ocurre La parte de los crímenes, sección de su obra 2666, en la cual se narran docenas de muertes de mujeres, de una manera descarnada, fría; y que va trazando el boceto del maldesarrollo de una ciudad fronteriza, en la cual son evidentes las asimetrías entre Estados Unidos y México, en un entorno de completa decadencia. 

 En 2666, en La parte de los crímenes no hay un argumento único, sino que hay docenas de fragmentos de argumentos, uno por cada mujer asesinada, por eso hasta que se abarca la totalidad de la lectura, se comprende la amplitud del problema.  

No obstante, muestro un ejemplo:

A mediados de febrero, en un callejón del centro de Santa Teresa, unos basureros encontraron a otra mujer muerta. Tenía alrededor de treinta años y vestía una falda negra y una blusa blanca, escotada. Había sido asesinada a cuchilladas, aunque en el rostro y el abdomen se apreciaron las contusiones de numerosos golpes. En el bolso se halló un billete de autobús para Tucson, que salía esa mañana a las nueve y que la mujer ya no iba a tomar. También se encontró un pintalabios, polvos, rímel, unos pañuelos de papel, una cajetilla de cigarrillos a medias y un paquete de condones. No tenía pasaporte ni agenda ni nada que pudiera identificarla. Tampoco llevaba fuego.

Ya sabemos quienes son las victimas. De acuerdo con Raff Carmen, estamos ante personas del Cuarto Mundo: “Se trata de mujeres y sus hijos del Tercer Mundo, quienes tradicionalmente han sido el “recurso olvidado”, que se pasa por alto –las mulas de trabajo de la fábrica, invisibles, no reconocidas, no pagadas, no registradas” (Carmen, 50). Según este autor, maldesarrollo es el único término capaz de traducir la realidad global,“epitomiza la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un fracaso global”(Carmen 37). Santa Teresa, es eso, un gran fracaso, en el cual las mujeres son las principales víctimas.

En este punto es importante hablar de un personaje de la novela,  Sergio González, que aparece cuando es enviado por el periódico para el que trabaja, a Santa Teresa, para investigar la ola de muertes. En realidad, González fue amigo de Bolaño, al igual que el personaje, es periodista y ha investigado a profundidad las muertes de Ciudad Juárez, y sus posibles causas o responsables, pero sobre todo estableciendo nexos entre  las características sociales, políticas y económicas de la ciudad y las muertes.  

En las líneas siguientes, escribiré desde lo liminar de la relación ficción – realidad, sobre los principales elementos del maldesarrollo de las distópicas Santa Teresa – Ciudad Juárez, está última descrita como “la urbe basurero- desierto, metrópolis en ruinas donde sobreviven los hombres - máquinas- bestias, los terrenos baldíos y la chatarra como condena generalizada: el reino del óxido que transita desde el plano reptante, la materialidad en estado puro que ya no sería pensable pues las normas y procedimientos de antes tienden a ser ya mera información posthumana.” (Gonzalez, 6)

Ciudad fronteriza.  Bolaño nos deja claro que  Santa Teresa es una ciudad de paso, sobre todo para los que están en el norte. Vienen a Santa Teresa a hacer negocios –de cualquier tipo– o a vacacionar, atraídos por  la abundancia de tequila, cocaína, marihuana,  y sexo a bajo precio. Parece que los dólares que cargan los eximen  de probar la amargura del infierno, para ellos  el infierno es dulce, es placentero, dura pocas horas, unos cuantos días,  pues luego pueden regresar a su mundo, resguardado por el potencial militar de los Estados Unidos, a estar a gusto en  su universo de consumo y de moralidad discursiva.

Sobre esto González explica que tradicionalmente Ciudad Juárez ha sido una especie de patio trasero de Ciudad del Paso, Texas; una ciudad de vacaciones, un lugar para relajarse y pasarla bien, para disfrutar de los placeres que les ofrece la ciudad. Placeres cargados de estereotipos negativos,  en una relación en la cual lo estadounidense, se situa desde una perspectiva superior, correcta, capaz de criticar, juzgar y sentenciar a los que están al otro lado de la frontera.  Además, Ciudad Juárez, aclara González, es un punto geopolítico importante para los  Estados Unidos, pues  se encuentra cerca de importantes bases militares, de campos  de extracción petrolera y de gas natural, así como de proyectos de energía eólica y solar, además de ser  su vecino inmediato.

La maquilas. La principal fuente de empleo en Santa Teresa son las maquilas, en las cuales contratan, mayormente, a mujeres. Ellas son las operarias que mantienen la producción. Ellas son la ventaja competitiva al otro lado de la frontera, mano de obra barata para compañías estadounidenses; y son tantas, que no importa nada. Llegan a Santa Teresa provenientes de cualquier lugar, de los estados aledaños, del centro de México, algunas incluso son migrantes centroamericanas, y que ancladas en la ciudad se ven en la necesidad de conseguir un empleo, mientras aguardan por el momento justo para ir por american dream.

La abundancia y la ilegalidad son la perdición de esas mujeres, muchos de los cadáveres aparecen semidesnudos; ellas aparecen vestidas únicamente con la parte de arriba del uniforme de trabajo. La policía sabe adonde trabajaban, pero no saben su nombre, y cuando acuden a maquila, para averiguar, resulta que nadie tiene idea de qué persona se trata, ni los compañeros, ni los jefes, ni nadie.

 Apunta  Sergio González:

La fábrica que ensambla o manufactura con fines de exportación bajo el modelo neo-fordista en Ciudad Juárez es distinta de la fábrica que, bajo lineamientos análogos, se ubica en una ciudad desarrollada. La industria ensambladora de la frontera mexicana es un enclave tecnológico ultra-contemporáneo en medio de un entorno degradado. En una sede europea, por ejemplo, la planta productiva y las condiciones de trabajo ofrecen un “state-of-art tecnológico”. Esta “fábrica transparente”, a la vez teatro y museo, busca proyectar limpieza y equilibrio ambiental en un poblado de alta calidad de vida. Lo opuesto sería la fábrica opaca de Ciudad Juárez, encierro y anfiteatro, rodeada de una inmediatez contaminada, rota, violenta, inestable. Una alusión integral a la oscuridad que reproduce en su interior el dominio patriarcal, sus trampas, acosos y agresiones.

Misoginia sangrienta.  Bolaño logra visibilizar la atmósfera de misoginia que existe en Santa Teresa, al construir el contexto de la historia de muchas de estas mujeres, en las cuales se evidencia que detrás de muertes atroces, hay pretendientes desilusionados, novios celosos, esposos enojados, que se siente  con el derecho de "resarcirse" a como de lugar.  

Pero la misoginia más espantosa es la institucionalizada, aquella se sentencia a una víctima por su oficio, supuestamente una gran parte de las mujeres asesinadas se dedicaba a la prostitución, –como si eso fuera suficiente argumento para sentenciar su víctima–, pero que sobre todo archiva, ignora y olvida los crímenes, para no tenerse que ver en la necesidad de encontrar un culpable. 

Para González, es precisamente en el interior de la maquila adonde se patentiza el odio hacia las mujeres:

Las empleadas sufren, además, abusos de otro tipo. Hombres con altos cargos jerárquicos se ‘rifan’ a las jovencitas más guapas. Desde los vidrios polarizados de las oficinas que dan a la planta general la escogen y luego, en el mejor de los casos, las hacen víctimas de acosos sexuales. La fábrica ensambladora como espacio de concentración masculina. (González, 6)

Narco. La ciudad es el área de operaciones de diferentes bandas de narcotraficantes que hacen allí lo que les place, el plomo y los dólares son suficientes para doblar cualquier brazo.  En la construcción de Bolaño,  el narco, visto como un ente abstracto, yace ubicuo sobre la ciudad. Algunas de las mujeres son asesinadas en ranchos a mitad del desierto, quintas aparentemente abandonadas, pero que una noche se alegran, con un mariachi de fondo, docenas de botellas de tequila y muchas mujeres. 

Cuando se acaba el mariachi, la fiesta, la orgía, aparecen los cadáveres.

Migración. No se sabe si son las menos o las más porque las migrantes son como sombras que se desvanecen entre la necesidad, el anhelo y la indocumentación. Ellas son las presa perfecta para La Máquina Feminicida (título de una de sus obras), como llama González, puesto que nadie reclama su cadáver, ni mucho menos exíge que se aplique la ley.

Respecto a el rol de los migrantes, González apunta:

Esto modelo de desarrollo,  global, pragmático, basado en la depredación de la fuerza de trabajo en nombre de las altas ganancias ha desencadenado una alta tasa de crecimiento de la población. Además arriban migrantes a Ciudad Juárez en búsqueda de empleo, al tiempo que las tazas de nacimiento se  mantienen altas.

Para finalizar, solo tengo que agregar este ensayo es apenas  una rápida mirada  a los elementos del maldesarrollo de una ciudad ficticia, y su contraparte en la realidad. En las cuales el  aumento en los feminicidios se da en las últimas dos décadas,  y que precisamente es en 1991 cuando se firma el el NAFTA  entre  Estados Unidos y México, con lo cual según González, se aceleran las condiciones para el funcionamiento de la máquina feminicida,  tan genialmente reconstruída por Bolaño.


Bibliografía:

Bolaño, Roberto. 2666.  Anagrama, 2004. Barcelona, España.

Céline, Louis Ferdinand. Viaje al fin de la noche. Edhasa, 1994. Barcelona, España.

González Rodríguez, Sergio. El grito y la palabra. Descargado de http://lasa.international.pitt.edu/members/congress-papers/lasa2012/files/30275.pdf

González Rodríguez, Sergio. The Feminicide Machine. Boder and Vector. Capítulo 1. Descargado de http://mitpress.mit.edu/books/chapters/1584351101chap1.pdf

González Rodríguez, Sergio. The Feminicide Machine. BORDER TOWN/BACKYARD. Capítulo 2.
Descargado de http://mitpress.mit.edu/books/chapters/1584351101chap2.pdf

Carmen, Raff. Desarrollo autónomo. Humanizar el paisaje: una  incursion en el pensamiento y la práctica radicales. Maldesarrollo: dar cuenta conceptual de los conceptos 2004. Heredia, Costa Rica.

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