Por
Fabio Víquez
En
Santa Teresa los demonios van por la calle, dejando un rastro de sangre, la ciudad
les pertenece, y hacen lo que les place, contrabando de drogas, armas,
personas, lavado, secuestros, asesinatos… picadillos. Tal vez sería mejor decir
que esta ciudad es tierra de nadie, y que ahí sucede de todo. Está ubicada en
la frontera entre México y Estados Unidos, y es escenario de la violación,
mutilación, abuso, tortura y asesinato de docenas de mujeres, cuyos cadáveres
han aparecido como flotando, al lado de carreteras, en los barrios y
vecindades, en lotes baldíos, adentro de bolsas de basura, y en callejones
solitarios, entre muchos otros lugares. La luna y el aullido de un perro han
sido el único testigo de aquellas muertes violentas; los despojos de un sistema
maldito en el cual la vida humana tiene un valor ínfimo, y que es determinada
por una relación de explotación – utilitarismo; como una locomotora que
necesita cuerpos para continuar con su día a día.
Tal
como lo escribió Céline, en su Viaje alfin de la noche, cuando alguien, un día, dijo a Bardamú: “¡No te van a servir de nada aquí los estudios, chico! No
has venido aquí para pensar, sino para hacer los gestos que te ordenen
ejecutar... En nuestra fábrica no necesitamos a imaginativos. Lo que
necesitamos son chimpancés... Y otro consejo. ¡No vuelvas a hablarnos de tu
inteligencia! ¡Ya pensaremos por ti, amigo! Ya lo sabes.”
Bardamú
se enfrentaba al utilitarismo de la producción en serie, pero en Santa Teresa, el utilitarismo ha sido llevado al extremo por
la industria de la maquila, extremo en cual no existen los rostros, las
personas no son más que escalas en el proceso para ensamblar cualquier objeto o
prenda. Y las personas son muchas, por lo que son fácilmente sustituibles. Si
en vida aquellos cadáveres no tuvieron nombre, pues en el sistema de producción
no eran personas, en la muerte tampoco.
Santa
Teresa es la ciudad imaginaria del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003),
en la cual ocurre La parte de los crímenes,
sección de su obra 2666, en la cual se narran docenas de muertes de
mujeres, de una manera descarnada, fría; y que va trazando el boceto del maldesarrollo de una ciudad fronteriza,
en la cual son evidentes las asimetrías entre Estados Unidos y México, en un
entorno de completa decadencia.
En 2666, en La parte de los crímenes no hay un argumento único, sino que hay
docenas de fragmentos de argumentos, uno por cada mujer asesinada, por eso
hasta que se abarca la totalidad de la lectura, se comprende la amplitud del
problema.
No
obstante, muestro un ejemplo:
A mediados de febrero, en un callejón del
centro de Santa Teresa, unos basureros encontraron a otra mujer muerta. Tenía
alrededor de treinta años y vestía una falda negra y una blusa blanca,
escotada. Había sido asesinada a cuchilladas, aunque en el rostro y el abdomen
se apreciaron las contusiones de numerosos golpes. En el bolso se halló un
billete de autobús para Tucson, que salía esa mañana a las nueve y que la mujer
ya no iba a tomar. También se encontró un pintalabios, polvos, rímel, unos
pañuelos de papel, una cajetilla de cigarrillos a medias y un paquete de
condones. No tenía pasaporte ni agenda ni nada que pudiera identificarla. Tampoco
llevaba fuego.
Ya
sabemos quienes son las victimas. De acuerdo con Raff Carmen, estamos ante personas
del Cuarto Mundo: “Se trata de mujeres y
sus hijos del Tercer Mundo, quienes tradicionalmente han sido el “recurso
olvidado”, que se pasa por alto –las mulas de trabajo de la fábrica, invisibles,
no reconocidas, no pagadas, no registradas” (Carmen, 50). Según este autor,
maldesarrollo es el único término
capaz de traducir la realidad global,“epitomiza
la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un fracaso global”(Carmen
37). Santa Teresa, es eso, un gran fracaso, en el cual las mujeres son las
principales víctimas.
En
este punto es importante hablar de un personaje de la novela, Sergio González, que aparece cuando es enviado
por el periódico para el que trabaja, a Santa Teresa, para investigar la ola de
muertes. En realidad, González fue amigo de Bolaño, al igual que el personaje,
es periodista y ha investigado a profundidad las muertes de Ciudad Juárez, y
sus posibles causas o responsables, pero sobre todo estableciendo nexos entre las características sociales, políticas y
económicas de la ciudad y las muertes.
En
las líneas siguientes, escribiré desde lo liminar de la relación ficción – realidad,
sobre los principales elementos del maldesarrollo de las distópicas Santa
Teresa – Ciudad Juárez, está última descrita como “la urbe basurero- desierto, metrópolis en ruinas donde
sobreviven los hombres - máquinas- bestias, los terrenos baldíos y la chatarra
como condena generalizada: el reino del óxido que transita desde el plano
reptante, la materialidad en estado puro que ya no sería pensable pues las
normas y procedimientos de antes tienden a ser ya mera información posthumana.” (Gonzalez, 6)
Ciudad fronteriza. Bolaño nos deja claro que Santa Teresa es una ciudad de paso, sobre todo
para los que están en el norte. Vienen a Santa Teresa a hacer negocios –de
cualquier tipo– o a vacacionar, atraídos por
la abundancia de tequila, cocaína, marihuana, y sexo a bajo precio. Parece que los dólares
que cargan los eximen de probar la
amargura del infierno, para ellos el
infierno es dulce, es placentero, dura pocas horas, unos cuantos días, pues luego pueden regresar a su mundo,
resguardado por el potencial militar de los Estados Unidos, a estar a gusto
en su universo de consumo y de moralidad
discursiva.
Sobre
esto González explica que tradicionalmente Ciudad Juárez ha sido una especie de
patio trasero de Ciudad del Paso, Texas; una ciudad de vacaciones, un lugar
para relajarse y pasarla bien, para disfrutar de los placeres que les ofrece la
ciudad. Placeres cargados de estereotipos negativos, en una relación en la cual lo estadounidense,
se situa desde una perspectiva superior, correcta,
capaz de criticar, juzgar y sentenciar a los que están al otro lado de la
frontera. Además, Ciudad Juárez, aclara
González, es un punto geopolítico importante para los Estados Unidos, pues se encuentra cerca de importantes bases
militares, de campos de extracción
petrolera y de gas natural, así como de proyectos de energía eólica y solar,
además de ser su vecino inmediato.
La maquilas. La principal fuente de
empleo en Santa Teresa son las maquilas, en las cuales contratan, mayormente, a
mujeres. Ellas son las operarias que mantienen la producción. Ellas son la
ventaja competitiva al otro lado de la frontera, mano de obra barata para
compañías estadounidenses; y son tantas, que no importa nada. Llegan a Santa
Teresa provenientes de cualquier lugar, de los estados aledaños, del centro de
México, algunas incluso son migrantes centroamericanas, y que ancladas en la
ciudad se ven en la necesidad de conseguir un empleo, mientras aguardan por el
momento justo para ir por american dream.
La
abundancia y la ilegalidad son la perdición de esas mujeres, muchos de los cadáveres
aparecen semidesnudos; ellas aparecen vestidas únicamente con la parte de
arriba del uniforme de trabajo. La policía sabe adonde trabajaban, pero no
saben su nombre, y cuando acuden a maquila, para averiguar, resulta que nadie tiene
idea de qué persona se trata, ni los compañeros, ni los jefes, ni nadie.
Apunta Sergio González:
La
fábrica que ensambla o manufactura con fines de exportación bajo el modelo
neo-fordista en Ciudad Juárez es distinta de la fábrica que, bajo lineamientos
análogos, se ubica en una ciudad desarrollada. La industria ensambladora de la
frontera mexicana es un enclave tecnológico ultra-contemporáneo en medio de un
entorno degradado. En una sede europea, por ejemplo, la planta productiva y las
condiciones de trabajo ofrecen un “state-of-art tecnológico”. Esta “fábrica
transparente”, a la vez teatro y museo, busca proyectar limpieza y equilibrio
ambiental en un poblado de alta calidad de vida. Lo opuesto sería la fábrica
opaca de Ciudad Juárez, encierro y anfiteatro, rodeada de una inmediatez
contaminada, rota, violenta, inestable. Una alusión integral a la oscuridad que
reproduce en su interior el dominio patriarcal, sus trampas, acosos y
agresiones.
Misoginia sangrienta. Bolaño logra visibilizar la atmósfera de
misoginia que existe en Santa Teresa, al construir el contexto de la historia
de muchas de estas mujeres, en las cuales se evidencia que detrás de muertes
atroces, hay pretendientes desilusionados, novios celosos, esposos enojados, que se siente con el derecho de "resarcirse" a como de lugar.
Pero la misoginia más espantosa es la institucionalizada, aquella se
sentencia a una víctima por su oficio, supuestamente una gran parte de las
mujeres asesinadas se dedicaba a la prostitución, –como si eso fuera suficiente
argumento para sentenciar su víctima–, pero que sobre todo archiva, ignora y
olvida los crímenes, para no tenerse que ver en la necesidad de encontrar un
culpable.
Para
González, es precisamente en el interior de la maquila adonde se patentiza el
odio hacia las mujeres:
Las
empleadas sufren, además, abusos de otro tipo. Hombres con altos cargos
jerárquicos se ‘rifan’ a las jovencitas más guapas. Desde los vidrios
polarizados de las oficinas que dan a la planta general la escogen y luego, en
el mejor de los casos, las hacen víctimas de acosos sexuales. La fábrica
ensambladora como espacio de concentración masculina. (González, 6)
Narco. La ciudad es el área de
operaciones de diferentes bandas de narcotraficantes que hacen allí lo que les
place, el plomo y los dólares son suficientes para doblar cualquier brazo. En la construcción de Bolaño, el narco, visto como un ente abstracto, yace
ubicuo sobre la ciudad. Algunas de las mujeres son asesinadas en ranchos a mitad
del desierto, quintas aparentemente abandonadas, pero que una noche se alegran,
con un mariachi de fondo, docenas de botellas de tequila y muchas mujeres.
Cuando
se acaba el mariachi, la fiesta, la orgía, aparecen los cadáveres.
Migración. No se sabe si son las
menos o las más porque las migrantes son como sombras que se desvanecen entre
la necesidad, el anhelo y la indocumentación. Ellas son las presa perfecta para
La Máquina Feminicida (título de una de sus obras), como llama González, puesto
que nadie reclama su cadáver, ni mucho menos exíge que se aplique la ley.
Respecto
a el rol de los migrantes, González apunta:
Esto modelo de desarrollo, global, pragmático, basado en la depredación
de la fuerza de trabajo en nombre de las altas ganancias ha desencadenado una alta
tasa de crecimiento de la población. Además arriban migrantes a Ciudad Juárez
en búsqueda de empleo, al tiempo que las tazas de nacimiento se mantienen altas.
Para
finalizar, solo tengo que agregar este ensayo es apenas una rápida mirada a los elementos del maldesarrollo de una
ciudad ficticia, y su contraparte en la realidad. En las cuales el aumento en los feminicidios se da en las
últimas dos décadas, y que precisamente
es en 1991 cuando se firma el el NAFTA
entre Estados Unidos y México,
con lo cual según González, se aceleran las condiciones para el funcionamiento
de la máquina feminicida, tan
genialmente reconstruída por Bolaño.
Bibliografía:
Bolaño,
Roberto. 2666. Anagrama, 2004.
Barcelona, España.
Céline,
Louis Ferdinand. Viaje al fin de la noche. Edhasa, 1994. Barcelona, España.
González
Rodríguez, Sergio. El grito y la palabra. Descargado de http://lasa.international.pitt.edu/members/congress-papers/lasa2012/files/30275.pdf
González Rodríguez, Sergio. The Feminicide Machine.
Boder and Vector. Capítulo 1. Descargado de http://mitpress.mit.edu/books/chapters/1584351101chap1.pdf
González Rodríguez, Sergio. The Feminicide Machine.
BORDER TOWN/BACKYARD. Capítulo 2.
Descargado de
http://mitpress.mit.edu/books/chapters/1584351101chap2.pdf
Carmen, Raff. Desarrollo autónomo. Humanizar el paisaje: una incursion en el pensamiento y la práctica radicales. Maldesarrollo: dar cuenta conceptual de los conceptos 2004. Heredia, Costa Rica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario