viernes, 17 de agosto de 2012

Longo Mai


Las guerras en Centroamérica, especialmente en El Salvador y Nicaragua se convirtieron en detonantes para el encuentro de distintos vecinos de la región en la zona sur de Costa Rica. Ellas y ellos dieron vida al proyecto de la Comunidad Longo Mai (Larga Vida) junto a otras y otros campesinos sin tierra de Costa Rica.

Este fue un espacio de acogida y de exilio para personas que en ese momento histórico veían amenazada su vida y la de sus cercanos. Al cabo de los conflictos (que diría yo siguen vigentes y teñidos de otras formas de violencia) algunos se marcharon y otros continúan en Longo Mai. 

Cuenta doña Edith, una mujer salvadoreña de voz suave pero firme, que caminar en El Salvador en los momentos de la guerra era un espacio de incertidumbre, no se sabía si se iba a volver a casa. Los retenes militares en la orilla del camino para obtener información de la contra era prácticamente cotidiano, presenciar el asesinato de personas inocentes era un martirio constante para quienes salían a las calles y para quienes se quedaban en casa con la zozobra de si volverían a casa quienes de mañana habían salido.

Así, doña Edith y muchos otros salvadoreños se vieron forzados a migrar debido al Estado de Guerra, la suspensión de los derechos, el hambre y el miedo. Esta era la atmósfera en la que se vivía en su país.

Esto ocurre en el contexto internacional de la guerra fría, Estados Unidos desea evitar a toda costa que germinen experiencias y proyectos de corte socialista, quiere evitar en El Salvador un “triunfo” similar al sandinista (Nicaragua) y patrocina las atrocidades del gobierno y sus militares. Además se debe considerar que este es el periodo de la puesta en marcha de las políticas neoliberales del Consenso de Washington, los discursos de “modernización del Estado” y “desarrollo”.

Es decir, todo un marco conceptual estratégico para lograr un consenso social. Indica Dávalos “el neoliberalismo se constituyó en un discurso hegemónico gracias, precisamente, a la trama creada desde sus discursos de poder” (2011, p. 293)

Los discursos son como indica Foucault “tácticas y estrategias del poder” (2011, p. 297), son armas (y por tanto, representan y ejercen violencia) y reúnen de manera explícita e implícita un juego de poder hegemónico que resignifica conceptos y posturas, según sus propios intereses materialistas.

Pero si esto no es suficiente el modelo de desarrollo capitalista (de pensamiento único) es impuesto por las élites a nivel global por medio de la fuerza y la violencia; tanto física (desaparecidos, asesinados…) como estructural (empobrecimiento, explotación del ser humano y la naturaleza, recordemos que la guerra provocó importantes desplazamientos de poblaciones campesinas –saqueo de tierras y transformación del campo- a las ciudades).

Así, el poder cada vez más hegemónico estadounidense, la complicidad de las burguesías, la violencia y los discursos del miedo se apoderan de múltiples formas en Centroamérica, una zona geoestratégica para los Estados Unidos.

La “pacificación” de la región también era un objetivo deseable como espacio para el establecimiento de negocios al servicio de la acumulación capitalista y la transformación del ser humano en homus economicus y la naturaleza en capital natural.

Y pese a que Costa Rica también se inscribía en la política neoliberal, llegar a tiquicia era sentirse más seguro. Sin embargo, imaginemos: pasar, de un día a otro, de estar en el campo, en una zona rural a estar en San José, en una ciudad (pequeña, pero al fin y al cabo una ciudad). Pasar de trabajar la tierra para tener el sustento diario a no tener tierra que sembrar y no saber cómo ingeniárselas para comer hoy.

Este escenario fue complejo para las familias salvadoreñas y nicaragüenses que se exiliaron en Costa Rica. A esto se suma dejar a parte de su familia en sus países inmersos en guerras, dejar hijos, madres, padres, amigos, parejas...

Cuenta doña Edith que el primero en llegar a Costa Rica fue su marido, ella vino después en 1984 y pese a que luego se dieron los procesos de paz, ella decidió continuar junto a su familia en CR en el Proyecto Longo Mai.

A su llegada solamente había dos familias instaladas y sus primeras necesidades fueron muy distintas a las que imponen los modelos de desarrollo capitalista. No necesitaban un televisor o un auto, necesitaban tierra, semillas y herramientas para trabajar, primero empezaron con maíz, frijol, arroz, hortalizas; después vino el café, la caña, el cacao…

Otra señora de la comunidad, doña Maritza hizo de la naturaleza su mejor centro de salud. El Itabo para tratar las piedras en los riñones, el lirio tropo para el reumatismo, el achiote para tratar quemaduras en la piel, té de frambuesa para el estrés y cólicos menstruales, la china para aliviar picaduras de avispa, el cabezoncillo para lavar heridas, la flor de la caña agria para refrescar, el san pedrillo como purgante y guayabo para detener la diarrea, la chira de guineo para tratar el colesterol y más.

Doña Edith y Maritza empiezan a construir de manera consciente o inconsciente un modo de vida distinto a lo que ordena el desarrollo capitalista.

Ellas y otros miembros de la comunidad inician procesos de autogestión de las necesidades cotidianas como el alimento y la salud. También crían gallinas, cerdos, tienen proyectos de biogás y producción de cacao.

Sin embargo, como cuentan Edith y otros vecinos, desde el principio se dieron diferencias de opiniones y costó ponerse de acuerdo. Durante los primeros cinco años todo que se producía era común, pero luego se pasó a trabajar por núcleos familiares, cada quien en su parcela.

Y es que hemos sido construidos como seres humanos atados a la idea de que el progreso y el bienestar se alcanzan a partir del acceso y acumulación privada de bienes materiales. De ahí el reto de cambiar el paradigma y liberarse de estas condicionantes culturales (Cicciari, 2010, p. 114) y volver a construir las relaciones de reciprocidad eliminadas por la modernidad.

Pese a esto, Longo Mai se convierte para ellos y ellas en una esperanza. Y si bien en este breve compartir en la comunidad, no se podría generalizar absolutamente nada, parece que no todos sus pobladores están completamente conscientes de lo que este espacio representa y puede llegar a representar no solo para Costa Rica, sino para el mundo. Una comunidad donde sus mismos pobladores gestionan los alimentos básicos, fuentes de ingreso que no atenten contra el ambiente y otros. No se le puede exigir a este proyecto que esté acabado, que sea perfecto o que esté completamente desconectado.

Por ejemplo, Longo Mai  está rodeado por la transnacional del monocultivo PINDECO.  Explica Beltrán Vega de UNAPROA que esta empresa provoca una serie de impactos ecosociales como lo es la tala sistemática, remate de bosques, contaminación por agroquímicos (agua, biodiversidad, ser humano), el agotamiento del suelo y la frontera agrícola, la salida de los pobladores de Longo Mai a trabajar en la transnacional, etc.

Y frente a todas las posibilidades de consolidación política y demás exigencias mezquinas que le tengamos a este proyecto, considero que el mismo se acerca a propuesta más cercanas al buen vivir y el “otro desarrollo” del que habla Ralp Carmen, el cual tiene como base valores humanos de la filosofía ghandiana, la economía budista y la conciencia humana. Consta de cinco elementos vinculados (p.43): la orientación hacia las necesidades humanas iniciando por los explotados, es endógeno (pese a nacer en Europa, tomó sus propios matices y a eso me referiré más adelante); es decir, es elaborado desde cada sociedad, es auto suficiente sus recursos primarios son la fuerza, energía y recursos de su entorno natural y cultural, es ecológicamente sano porque busca un uso racional de los límites de la biosfera considerando las generaciones actuales y futuras, y se basa en transformaciones estructurales en las formas del poder mediante la autogestión y participación en la toma de decisiones.

Longo Mai: “importación” de una propuesta
Longo Mai nace en Europea, precisamente en Australia, Alemania, Suiza y Francia, es en este último donde de crea el primer establecimiento en 1973. “El primer plan fue la vida en comunidad con base de autogerencia y autosuficiencia agrónoma” (Folleto Longo Mai, p. 4)

Es así como parte de los cuestionamientos es la “importación” del proyecto al parecer con muy buenas intenciones; pero al fin y al cabo una propuesta que viene de realidades muy distintas a las de este espacio donde busca insertarse.

Las condiciones históricas en las que surge esta utopía en Suiza, Australia, Francia son muy distintas a las circunstancias en las que este proyecto empieza a caminar en Costa Rica.

Sin embargo, compartir la casa, el alimento y parte de la historia de doña Edith me hace cuestionarme distintos aspectos.

En un primer momento consideré que una de las grandes diferencias entre ambos procesos que iba a incidir en la manera cómo se vive Longo Mai en Europa y Costa Rica estaba en que para los primeros es una decisión dentro de una gama de posibilidades; mientras que para los segundos es prácticamente la única opción.

Sin embargo, luego reflexiono que los centroamericanos que hacen de Longo Mai su comunidad también pudieron optar por quedarse como dependientes de tiendas en San José o empleados de alguna empresa en la capital. Pero no fue así, estas personas que dan vida a Longo Mai en Costa Rica se resistieron a cortar las raíces que los mantienen unidos a la tierra, decidieron seguir vinculados a lo que sabían hacer como comunidades campesinas.

En ese camino que iniciaron hace varios años y que siguen caminando, han tenido que aprender a sembrar nuevos cultivos que no había en sus países, leer las condiciones climáticas para la siembra, leer las variables políticas nacionales, las de sus países de origen y las internacionales para tomar decisiones.

Al cabo de las guerras, muchos pobladores volvieron a sus países y otros se quedaron como es el caso de doña Edith. Ella apuesta a este proceso Longo Mai y es conciente de las amenazas que los rodean con la multinacional PINDECO, la contaminación del agua, el monocultivo…

También es conciente de los retos que tienen para construirse comunidad. Entre ellos: lograr trabajar de manera comunitaria y no individual, lograr un compromiso de parte de todos los pobladores del proyecto, involucrar a las nuevas generaciones para que abandonen la comunidad...

Intentado construir este camino, en Longo Mai actualmente tienen distintos comités: grupos organizados, agua, caminos, iglesia y escuela. También se gestionan espacios para el encuentro de la comunidad como el festival artístico una vez al año.

Como vemos, Longo Mai Costa Rica reúne más que unas cuantas familias, reúne una serie de historias de exclusión, violencia, miedo y empobrecimiento generado por el modelo de desarrollo capitalista del cual no están completamente desconectados.

Sin embargo, en medio del colapso ecosocial, la crisis civilizatoria y el grito por el decrecimiento y el buen vivir, Longo Mai es una esperanza para seguir consolidando un espacio de larga vida.

Dávalos indica “Los discursos del poder logran la consolidación de la hegemonía del neoliberalismo” (2011, p. 299).  Así, para construir otros mundos posibles es necesario deconstruir conceptos, construir desde otros espacios de pensamiento no colonizados por la vorágine capitalista neoliberal.

Referencias:
Carmen, R. (2004). “Maldesarrollo: dar cuenta conceptual de los conceptos”. En Desarrollo autónomo. Humanización del paisaje: una incursión en el pensamiento y la práctica radical. Trad. Saxe, E. Heredia: EUNA. Pp. 35-54.

Cacciari, P. (2010). “Decrecimiento como antídoto a la crisis”, “Decrecimiento como desmaterialización”, “Decrecimiento como desmercantilización”, “Decrecimiento como proyecto de autogobierno, “Decrecimiento como acción política”. En Decrecimiento o barbarie. Para una salida no violenta del capitalismo. Trad. Puddu, S. Barcelona: Icaria Editorial. Pp. 93-121

Dávalos, P. (2011) Poder y violencia en el posneoliberalismo. En: La democracia disciplinaria. El proyecto posneoliberal para América Latina. Bogotá: Ediciones desde abajo. Pp. 291-326

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